La magia del teatro
Mi primerisimo trabajo fue en un teatro. Tenía 14 años y trabajaba en el teatro de mi pueblo como acomodadora. Trabajaba los viernes y sábados por la noche - y muchas veces durante la función de la tarde también - hasta los 18 años. No logré a ver la residente más famosa (¡y fantasmal!) de aquel teatro - la Mujer Gris, pero una vez, me encontré con Lauren Bacall, que andaba un tanto perdida por el pasillo y a quién enseñe como llegar a los camerinos.
Mi trabajo me encantó. Tendríamos periodos de trabajo muy intenso - la guardarropa, las entradas, los pedidos de bebidas, la venta de helados... y luego habría un periodo de calma. Y yo me colocaría al fondo de la platea para ver la obra. Nunca pude ver ni el comienzo, ni el final (¡llena de tensión!) de la primera parte. Pero si me espabilaba, normalmente lograba ver el final.
No me cabe duda, mirando atrás, que aquel contacto con el teatro durante mi adolescencia tuve un gran impacto en el resto de mi vida. Influenció el camino que elegí y las elecciones que tome. Aquel ventana al mundo del teatro - a través de lo cual pude ver (¡trozos de!) literalmente cientos de obras de teatro - fue la razón por lo cual decidí estudiar artes escénicas en el instituto. Y por lo cual, mientras estudiaba literatura inglesa en la universidad, me "orientaba" mis estudios hacia las obras de los dramaturgos. Y cuando mi pasión por el teatro se transformó poco a poco en un interés en el cine, es quizás apropiado que acabe trabajando como supervisor de guión. ¡¿Me pregunto si disfruto tanto de un guión bien estructurado hoy en día, precisamente por haber tenido que "llenar los huecos" de tantas obras incompletas cuando era joven?!
Dado mi experiencia, no sé porque me asombra tanto ver reaccionar a los niños de nuestros talleres ante la magia del teatro. Paso mucho tiempo hablando con padres sobre los beneficios para un niño de comprometerse a un proyecto o de trabajar en grupo o de conquistar a su miedo escénico. Así que no me debería emocionar tanto al ver a los niños pisar el escenario por primera vez - y cambiar para siempre. Pero así es...
Nuestro primer taller es un buen ejemplo. Ninguno de los niños habían participado antes en un proyecto de teatro y llegó un punto - justo antes de estrenar la obra - en que empezaba a costar cada vez más motivarles. Se distraían con facilitad y se portaban mal. Empece a pensar - ya sabes como es - que habíamos sido demasiado ambiciosos con el proyecto. Confiaba - de manera intuitiva - que se lo entenderían al encontrarse por fin delante de los espectadores - la adrenalina, los aplausos! - pero para nada esperaba la transformación que ocurrió llegada el momento. Los niños tuvieron su primer encuentro con magia del teatro.... y lo entendían. Para siempre. No quiero decir que su comportamiento en talleres posteriores ha sido siempre perfecto (!), pero son solo los niños nuevos que experimentan el síndrome "no puedo más".
No sé si los niños de nuestros talleres crecerán - como a mi pasó - con la sensación que el teatro ha tenido un impacto en sus vidas, que les ha influenciado o cambiado de alguna manera. Pero sí sé que enseñar teatro a ellos - ayudandoles a saborear algo de la magia del teatro - es muy gratificante. Y - una vez más - me ha cambiado.
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